Se incluyen entre las psicosis afectivas:

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Depresión Mayor

La Depresión Mayor o Trastorno Unipolar va más allá de la oscilación normal en el estado de ánimo, como consecuencia de los problemas de la vida o de la pérdida de un ser querido.

Características de la Depresión Mayor

  • Estado de ánimo triste y extremadamente bajo, con duración de al menos 2 semanas.
  • Síntomas cognitivos (p.ej., problemas de memoria y de concentración, lentitud del pensamiento - bradipsiquia -, baja autoestima, sentimientos de culpa y minusvaloración, ideas de suicidio)
  • Alteraciones en el funcionamiento físico (inactividad y falta de energía, quejas, llanto, cambios en el apetito y en el peso, pérdida de la apetencia sexual, trastornos del sueño, agitación o inquietud motora).
  • Anhedonia, falta de interés por el trabajo, el ocio, la vida social, ideas de suicidio.

Formas clínicas

  • Episodio único (poco frecuente)
  • Episodios recurrentes (más común)
  • Mayor prevalencia en las mujeres (5-9%) que en los varones (3%).
  • Comienzo en la edad adulta.

La depresión, tal como la conocemos en nuestra cultura, no es un concepto universalmente válido. El término depresión no está representado en algunas culturas no occidentales; pero esto no quiere decir que no exista en dichas sociedades sino que representa un concepto diferente y se experimenta de forma también diferente, generalmente con predominio de síntomas somáticos.

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Trastorno Bipolar

También conocido como trastorno maniaco-depresivo, se caracteriza por la alternancia de fases de euforia o alegría injustificadas y fases de depresión grave.

Características de la fase maníaca

  • Afectividad: Euforia y alegría inmotivada, humor cambiante.
  • Impulsividad: Desinhibición de los impulsos, especialmente los sexuales.
  • Pensamiento: Fuga de ideas y rapidez del pensamiento - taquipsiquia -, ideas delirantes de grandeza, aparente aumento de la memoria y del rendimiento intelectual.
  • Psicomotricidad: Locuacidad, verborrea, hiperactividad motora (no productiva), estados de agitación.
  • Funcionamiento somático: Infatigabilidad, disminución de la necesidad de dormir, resistencia al dolor, aceleración de los procesos vitales (metabolismo, pulso, presión arterial, etc.).


Características de la fase depresiva

  • Afectividad: Estado de ánimo triste, dolor moral, ansiedad y angustia, anestesia afectiva (falta de sintonía) o embotamiento afectivo.
  • Impulsividad: Inhibición de los impulsos, apatía, abulia, con manifestaciones en la esfera sexual y alimentaria, preferentemente; pérdida del deseo de vivir.
  • Pensamiento: Lentitud del pensamiento, ideas de suicidio, ideas delirantes de ruina, culpabilidad, nihilismo.
  • Psicomotricidad: Falta de energía, facies triste y mímica lenta, posibles estados de agitación e inquietud.
  • Funcionamiento somático: Disregularización del sistema neurovegetativo, cefaleas, dismenorreas, estreñimiento, dolor precordial.

Las fases maníaca y depresiva pueden desembocar en una fase residual, con síntomas menos graves y cierta recuperación.

Datos epidemiológicos

  • Comienzo anterior a los 18 años (incluso en la infancia)
  • Tendencia a la cronicidad
  • Elevado riesgo de suicidio
  • Prevalencia en torno al 1% de la población general, sin grandes diferencias entre ambos sexos.

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Las causas de los trastornos afectivos

Influencias familiares y genéticas

 

Estudios familiares


Pese a la amplia variabilidad de estudios, se estima que los familiares de primer grado de pacientes con trastornos afectivos presentan tasas de prevalencia entre 2 y 3 veces superiores a las observadas en personas sin antecedentes familiares.

Sin embargo, el trastorno más frecuente en familiares de pacientes bipolares es el unipolar y no el trastorno bipolar. Es decir, los antecedentes familiares de un trastorno bipolar se asocian con un riesgo general de un trastorno afectivo; pero no con un riesgo específico de trastorno bipolar. Por otra parte, la presencia de un trastorno unipolar en una persona no aumenta la probabilidad de que otros familiares directos desarrollen un trastorno bipolar.

En consecuencia, no parece probable que exista una contribución genética y específica al trastorno bipolar, pudiendo ser éste una manifestación más grave de la vulnerabilidad genética subyacente, que puede estar determinada por otros factores psicosociales o patofisiológicos añadidos. Es decir, sigue aún sin aclarar si los trastornos unipolar y bipolar son dos trastornos diferentes o reflejan un continuo de gravedad del mismo trastorno.

En general, los factores de predisposición genética a los trastornos afectivos parecen guardar también estrecha relación con la ansiedad y el pánico; pudiendo ser factores de vulnerabilidad general.

 

Neurotransmisores

La serotonina parece tener la función de regular nuestras reacciones emocionales; de modo que cuando los niveles de este neurotrasmisor están bajos nos hacemos más impulsivos y nuestro estado de ánimo varía más ampliamente.

La investigación relaciona la serotonina con la etiología de los trastornos afectivos; pero sólo en interacción con otros neurotransmisores, incluidas la noradrenalina y la dopamina.

Una de las funciones de la serotonina es regular los sistemas en los que está presente la noradrenalina y la dopamina; de modo que cuando los niveles de serotonina están bajos permite que otros neurotransmisores oscilen más ampliamente, se des-regularicen y favorezcan los cambios afectivos.

En consecuencia, actualmente se piensa que es más importante el equilibrio entre los diversos neurotransmisores y sus subtipos que el nivel absoluto de cualquier neurotransmisor.

En este delicado equilibrio, se comprueba que la dopamina tiene una función específica en los estados maniacos. Por ejemplo, el agonista de la dopamina L-dopa, al igual que otros agonistas de este neurotransmisor, parece provocar estados de hipomanía en pacientes bipolares.

Sistema endocrino

Se ha comprobado que algunos trastornos endocrinos (por ej., el hipotiroidismo o la enfermedad de Cushing), que afectan a la corteza suprarrenal y producen secreción excesiva de cortisol, a menudo conducen a la depresión.

El cortisol (conocido como la hormona del estrés), que se eleva durante los acontecimientos vitales estresantes, también lo hace en la depresión; por lo que se creyó que podría ser un marcador de vulnerabilidad. Con esta hipótesis se creó el test de supresión de la dexametasona (TSD). La dexametasona es un glucocorticoide que suprime la secreción de cortisol en personas normales y se supone que no lo hace en personas predispuestas a la depresión.

Pese a la debilidad de la prueba, los investigadores siguen muy interesados en la relación entre el cortisol y la depresión. Recientemente, se descubrió la acción que ejercen los neurotransmisores en el hipotálamo, que regula la liberación de las hormonas que afectan al eje hipofiso-córtico suprarrenal.

Ritmos circadianos y sueño

Se ha comprobado que el trastorno afectivo estacional incluye el síntoma de aumento del sueño.

También se sabe que en la depresión hay una disminución de la latencia del sueño REM (fase de movimientos oculares rápidos), la reducción del sueño profundo y más reparador (fases delta), y sueño REM más intenso.

Otro descubrimiento fue que privar de sueño a los pacientes deprimidos, sobre todo durante la segunda mitad de la noche, genera una mejoría temporal de su estado (aunque la depresión vuelve cuando retoman los patrones normales de sueño).

También es interesante comprobar que los pacientes con trastorno bipolar y sus descendientes (personas vulnerables) demuestran tener mayor sensibilidad a la luz; lo cual significa que presentan mayor supresión de la melatonina cuando se exponen a la luz por la noche.

No obstante, la relación entre el estado de ánimo y el sueño puede depender de los bajos niveles de serotonina, que afectan a la regulación de los ritmos biológicos.

Dimensiones psicológicas

Acontecimientos vitales estresantes

Lo importante de los sucesos estresantes es el contexto en el que ocurren y el significado que la persona les atribuye; por eso no existe una relación automática entre estrés y depresión (es decir, una relación siempre directa), sino que probablemente ocurre que las personas vulnerables a la depresión se ponen a sí mismas en riesgo elevado de experimentar más sucesos estresantes.

Entre un 50 y 80% de las personas que experimentaron un suceso estresante no se deprimen; lo que sugiere que los sucesos estresantes interaccionan con otros factores de vulnerabilidad genética o psicológica.

Algunos factores ambientales precipitantes de los estados maniacos guardan relación con la privación de sueño (como sucede en el postparto), o como resultado del desfase horario. Esta relación vuelve a poner en evidencia la importancia de los ritmos circadianos.

Se ha sugerido que los acontecimientos vitales estresantes parecen desencadenar la depresión o la manía en sus fases iniciales; pero conforme progresa el trastorno, estos episodios parecen adquirir vida propia.

Dimensiones sociales y culturales


Relaciones de pareja (conflicto, separación, falta de apoyo).

Las mujeres suelen cavilar más que los hombres sobre su situación y culparse por estar deprimidas; mientras que los varones tienden a ignorar sus emociones, tal vez entregándose a una actividad que evita las rumiaciones.

Complementariamente, el hecho de que las mujeres sean objeto de discriminación, pobreza, acoso y agresión sexual, en mayor medida que los hombres, puede explicar por qué los trastornos unipolares se dan más frecuentemente en las mujeres (quienes alcanzan el 70% de los casos).

El apoyo social contiene la aparición de reacciones depresivas frente a los sucesos estresantes y contribuye a la rápida recuperación de los episodios depresivos; aunque no de los episodios maniacos.


Teoría integradora de las causas de los trastornos afectivos

La depresión y la ansiedad quizá comparten una vulnerabilidad común, determinada genéticamente; que se manifiesta en forma de una respuesta neurobiológica incrementada frente a los acontecimientos vitales estresantes.

Esta vulnerabilidad parece mayor en las mujeres que en los varones; pero la vulnerabilidad probablemente explica entre el 20 y el 40% de las causas, siendo el resto atribuido a las experiencias vitales.

Además de la vulnerabilidad biológica, existe una vulnerabilidad psicológica, manifestada en forma de incompetencia para afrontar las dificultades y estresores.

Las causas de la vulnerabilidad psicológica pueden remontarse a experiencias tempranas (acontecimientos vitales estresantes en la infancia); que probablemente intensifican la respuesta bioquímica y cognitiva a estresores que ocurren con posterioridad.

Los acontecimientos vitales estresantes activan las hormonas del estrés que, a su vez, tienen efectos de gran alcance en los neurotransmisores; sobre todo en los que implican a la serotonina y a la noradrenalina.

A largo plazo, la activación de las hormonas parece también activar ciertos genes y producir cambios estructurales y químicos en el cerebro (p. ej., atrofia de neuronas del hipocampo, que ayudan a regular las emociones) y trastocar los ritmos circadianos.

Los acontecimientos vitales estresantes también activan la vulnerabilidad psicológica latente, caracterizada por un estilo de pensamiento negativo y los sentimientos de indefensión y desesperanza.

Lo que todavía falta por contestar es por qué los acontecimientos vitales estresantes y la vulnerabilidad producen un trastorno unipolar, bipolar o un trastorno de ansiedad.